lunes, 12 de enero de 2009

"Al carnaval del Uruguay" Arcadia de tablados

"Al carnaval del Uruguay" vibraban las voces de Armando Orifice y sus Lecuona Cuban Boys al son de maracas, tumbadoras y trompetas, en canción-rumba que homenajeaba nuestras carnestolendas en los febreros de las salas de baile de los hoteles de la costa (Parque Hotel, Carrasco y Miramar). En las décadas de los 40 y 50 el carnaval del Uruguay era famoso en el mundo entero, el "más largo del mundo", visitado por artistas de renombre internacional que le escribían y dedicaban canciones y considerado una manisfestación entre otras de la Suiza de América. Los turistas de la región sobre todo inundaban sus desfiles oficiales, los corsos, las salas de baile y vegliones de los hoteles de la costa. Los grandes artistas bonaerenses de tango, orquestas y cantantes, porteños u orientales allá afincados (Pugliese, D´Arienzo,Canaro, Alberto Castillo) actuaban en las salas, bailes y tablados. Carnaval, no solo alargado en los tiempos de verano sino extendido en su geografía y espacio urbano montevideano. Este conjunto de rituales era colmado por la actividad noche a noche de las decenas de tablados populares que los vecinos construían en cada barrio hasta los confines de la ciudad. Unas acotadas estadísticas nos permitirán comprender someramente su dimensión de multitudes , movilización social y "ritual social total". Acotadas al abarcar solo Montevideo y el periodo de la historia mencionado: un promedio de 160 a 80 tablados (1945-1949); 47 a 24 salas de baile (1945-1953); 32 a 15 carros alegóricos en los desfiles y corsos (1945-1953); 14 categorías consursantes de conjuntos carnavalescos.
Las magnitudes de la fiesta no eran obra exclusiva del "populus". El municipio y la oficina de turismo promovían las carnestolendas fuera de fronteras, propagandeaban y cada vez más apoyaban económicamente, su esplendor. Entre 1926 y 1951 el monto de los premios subió de $ 1900 a $ 143000. A la expontaneidad, amateurismo, escasa profesionalización, reglamentos poco aplicados y espìritu ludista-catártico de las décadas anteriores le sucedió el digesto municipal y policial estricto, la reglamentación de todas las manifestaciones, la competencia por los premios y la búsqueda de los recursos de parte de los conjuntos para concursar. A la vez que consolidaba y disminuía unas magnitudes festivas alcanzadas en décadas anteriores, al hacerlas depender de los presupuestos municipales y estatales, prefiguraba la crisis posterior de los 60, al recortarse los presupuestos públicos. No obstante, el factor municipal, exclusivamente, no explica las causas de la involución de los 60: la baja de todos los números (tablados, salas, carros alegóricos y corsos); desaparición de categorías enteras y populosas (troupes, corales,máscaras y cuadros criollos); ¿un tiempo definitivamente en el pasado? Ni tampoco lo explica o solo en parte, los nuevos hábitos: la televisión, etc. Quizás las crisis económicas y político-sociales de la nueva década.